RETOÑOS / OBRA RECIENTE DE ESMERALDA TORRES

[Erik Castillo]

No tengo domicilio
Estoy viva.
Rose Ausländer



El taller de Esmeralda Torres, independientemente de la locación donde trabaja, está, o mejor dicho, tiene lugar, sucede, adentro de sus obras. Me refiero a que aparte de que es
una pintora y dibujante de un imaginario de rutas y derivas, de recorridos a través del mundo asimilado por su textura material, también es una creadora cuya meditación, hallazgos y
cuestionamientos no tienen lugar en un discurso externo al objeto, sino durante la ejecución de sus piezas. En cada obra terminada (procesada) es visible el residuo de una batalla del
acontecimiento contra el lenguaje. Hay en Esmeralda una deliberada práctica de la teleología: todo es despliegue, desarrollo, transcurso, desplazamientos, un viajar. Aún más, su propuesta
de pintura es legible gracias a su práctica denodada del dibujo entendido en términos de visualización perpetua; y todo ello, al tiempo, se termina de percibir junto a la recepción de su
exploración fotográfica, del diálogo con el poder de la esculturalidad y de una investigación en el campo de la estampa.

La serie Retoños, prolífica como todo lo realizado por Torres, ejemplifica la visión de la artista de que no hay motor que se pueda comparar con el poder generativo del ejercicio
de la mirada ininterrumpida. De ahí el aspecto modular (pasión reiterativa) de los elementos biomórficos que prevalecen en cada una de las imágenes. La superficie de las obras es un
dominio afectivo de marcas, flujos, diagramas y construcciones. Esmeralda apuesta por la estética de la levedad visual y de la flotación enigmática de las formas que la magnetizan. Ya sea
en los cuadros que aparecen en ensambles de tres, ya en las versiones sobre papel o en los arreglos tridimensionales, Retoños resulta una temporada de obra que evidencia el culto de
Esmeralda por la belleza estructural que irradia la representación del cuerpo concebido como paisaje y viceversa.

Es factible detectar un linaje de artistas que han contribuido a las artes visuales durante la modernidad y en el contexto contemporáneo, centrando su sensibilidad en la aproximación
al tema del cuerpo y lo corporal. La mayoría son artistas mujeres. Y no estoy hablando de un tipo de obra que sólo pone en escena la apariencia literal del cuerpo, también me refiero
a las artistas que han concebido la identidad vital bajo un modelo de representación más bien genérico y/o abstracto. En la producción de Esmeralda Torres la visualización de lo corporal remite
a la percepción de parajes del entorno natural y, no obstante, nunca pierde la conexión con la referencia a ciertas secciones –en detalle- de anatomías antropomórficas.
Las imágenes dejan la sensación de estar frente a fragmentaciones de órganos fantásticos, con la condición de que son museos vegetales y compendios sutiles de tejidos pulsionales.

La investigación abstraccionista de Esmeralda, por llamarle de alguna manera a un trabajo que está más allá de la típica fronterización formal, articula jardines caligráficos en los que
la estrategia del colapso plástico (escurridos, arrastra- dos, emborronamiento, esgrafiado), funda colecciones de exquisitas maravillas iconográficas. Pero el acceso a lo maravil- loso
en el corpus pictórico de la artista, justo se cumple gracias al irrevocable principio de autocrítica que Esmeralda se impone serie tras serie, pues está claro que es una autora consciente
del peso de las rutinas creativas que se apoderan de la energía artística. Esmeralda Torres ha elegido condenarse a entrever –una y otra vez- las revelaciones sucesivas que cristalizan
en el fragor del devenir que algún día ella misma puso en marcha.

No tengo domicilio Estoy viva. Rose Ausländer