“…que tengáis paciencia en todo lo que aún no ha encontrado solución en vuestro corazón y que intentéis amar a las preguntas en sí como si fueran estancias cerradas, como los libros escritos en un idioma desconocido. No busquéis respuestas que no se os pueden dar por que de ser así no podríais vivirlas. Se trata de vivirlo todo. Vivid ahora las preguntas. Quizás algún día lejano, conseguirás poco a poco, sin notarlo, vivir la respuesta.”
Rainer Maria Rilke
A veces huyo de la pintura porque pintar es entrar en una especie de encierro. Enclaustrarse, en ocasiones, suele ser toda una ceremonia. Confieso que mi espíritu es disperso y que la pintura me exige demasiada concentración; es una labor grata, pero también, demandante y celosa. Pintar es encontrarse con uno mismo, pero hay momentos en los que no quiero enfrentarme a ese otro Yo que, a veces no soporto. Me resisto a entrar en esa soledad. Sin embargo, y evitando buscar más explicaciones, asumo la pintura como una necesidad. Si no pinto, me siento incompleta, de mal humor; acumulo pensamientos y sensaciones que me producen un malestar que sólo desaparece cuando lo hago, quizá, porque en el fondo, conservo la idea romántica de que a través de la práctica cotidiana, puedo conocerme y entenderme mejor.
A partir de estas contradicciones, surge Estudios para apuntar el día, que es una conversación con la naturaleza urbana que me rodea: el canto de los pájaros, el ladrido de los perros, los colores del cielo, el mar y el olor de la lluvia; o, solamente percibir el silencio, el aire, el polvo, que me indican la ruta para iniciar el día.
Me concentro en preparar con paciencia el temple, una caseína un gesso; en esperar que seque la tinta y la cera, y en aplicarlos como transparencia o materia. Son pinturas trazadas en las primeras horas de la mañana, en el momento en que mi pequeño universo, y también yo misma, comienzo a despertar.
Antes pensaba que la pintura era una ocupación rutinaria, y que si acrecentaba mi concentración en el oficio, aclararía mis dudas. Hoy sé que la pintura es un camino donde se acumulan experiencias de vida. Quizá nunca encuentre respuestas y sólo vaya acumulando más preguntas. Tal vez no es necesario entender, cuestionar y explicarlo todo, quizá, y siguiendo el consejo de Rilke, se trata sencillamente, de tener paciencia.
Antigua calle del árbol, marzo de 2017
Esmeralda Torres